Hambre física: nuestro cuerpo pide alimento físico, es nuestro combustible, la necesitamos para sobrevivir, para tener energía.
Hambre emocional: Cuando las emociones (aburrimiento, enfado, ansiedad, tristeza…) se disparan, hay un deseo de utilizar la comida como anestesia, es como si la comida nos reconfortara temporalmente, nos da un placer inmediato. Realmente lo que queremos es llenar o tapar un vacío emocional y por más que comamos, ese vacío sigue estando ahí, por lo que a veces nos encontramos incluso peor. La comida se convierte en nuestro refugio y desahogo. Cuando nos encontramos con este vacío emocional, no hay suficiente dulce, chocolate o salado en el mundo que llene este vacío en el que nos encontramos.
Buscamos ese placer efímero y engañoso para “huir” de esa situación o malestar que estamos viviendo en ese momento.
¿Cómo distinguir entre el hambre real y el hambre emocional?
El hambre real o fisiológica:
El hambre emocional:
La próxima vez que sientas esas ganas irresistibles de comer y te apetezca ese tipo de alimento que sabes que no es saludable y que no te conviene, sustitúyelo por un alimento saludable (fruta, frutos secos naturales, varios dátiles naturales, tortitas de avena…). Si se te pasa comiendo algo saludable, era hambre física, si sigues pensando en un alimento concreto, es posible que sea hambre emocional, ya sabes que el hambre emocional es muy caprichosa, estará “erre que erre” hasta que sucumbas a la tentación.
Signos del hambre emocional:
Comes cuando te sientes estresado/a, ansioso/a, aburrido/a, solo/a…
Comes cuando te sientes mal emocionalmente.
Buscas consuelo en la comida, buscas sentirte mejor, desahogarte, evadirte…
Tienes problemas para perder peso.
Tu alimentación queda fuera de control.
Comes como premio de un día durillo.
Tu mundo gira en torno a la comida (piensas en lo que puedes comer, en lo que no, en las calorías…).
Comes incluso cuando estás lleno/a y rellen@
El tipo de alimentos por el que tienes antojo suele ser dulce, patatas fritas, chocolate…c ualquier alimento que no es sano.
¿Qué hacer en estos casos? Escucha la emoción que hay de base, el mensaje que nos manda nuestro cuerpo. ¿Qué está pasando en este momento en mi vida?
Hazte estas preguntas:
¿Para qué como sin hambre?,
¿Qué estoy necesitando realmente?
¿Qué estoy sustituyendo/ o tapando con la comida?
¿Realmente tengo hambre real o estoy intentando cambiar el estado en el que me encuentro ahora? Si comes porque estás cabread@, triste, sol@… No comas, ya que seguirás enfadad@, triste…
¿Por qué alternativas saludables puedo sustituir la comida? Tal vez hacer ejercicio, salir a dar un paseo, escribir como me siento, llamar a un amigo o familiar, escuchar música, un baño relajante, tomar una infusión, leer un libro, gritar, bailar, dibujar, hacer ejercicios de relajación, centrarnos en nuestra respiración…
Obsérvate a partir de ahora y pregúntate más a menudo ¿para qué como?
Fuente:
May Morón Romero
Coach Personal y Nutricional. Certificada por Asesco
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