La presión arterial elevada mata a diez millones de personas en todo el mundo, y muchos de los afectados no saben que la sufren hasta que es demasiado tarde.
Junto con el tabaco, la hipertensión es el factor de riesgo que más contribuye a la mortalidad en todo el mundo. En los últimos tiempos, nos vamos encontrando con sorpresas. A la conocida hipertensión de bata blanca –la que aparece en la farmacia o en la consulta del médico solo por pensar que nos la van a tomar, y que desaparece cuando salimos de ellas–, se le ha unido el descubrimiento de su reverso: la que se mantiene enmascarada y no se refleja en el tensiómetro cuando vamos a controlarla.
Otra novedad especialmente importante y controvertida es el cambio de criterio sobre lo que se considera tensión alta. Los autores de las nuevas guías norteamericanas sobre la enfermedad han decidido disminuir el umbral de peligrosidad. Eso ha hecho que, de la noche a la mañana, 31 millones de estadounidenses se acostaran estando sanos y se levantaran siendo hipertensos. De acuerdo con la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC), de implantarse el mismo rasero en nuestro país, cinco millones de personas sufrirían también esa repentina transformación; hasta el 47 % de la población adulta estaría afectada por la temible dolencia.
Actualmente, en España, la máxima y la mínima están entre 140 y 90 –o 14 y 9, como se suele decir coloquialmente–, aunque depende también de la edad del paciente. Esos dos números se refieren a milímetros de mercurio –mmHg–, una medida estándar de presión. El primero o más alto es lo que se conoce como presión sistólica y el segundo o más bajo como diastólica. Cuando el corazón se contrae en su movimiento de sístole, la presión aumenta, de ahí que se la conozca como la máxima. Cuando se relaja en la diástole, disminuye hasta alcanzar la mínima.
¡Peligro de trombos!
¿Pero por qué es tan peligrosa una tensión arterial elevada? Son varios los mecanismos y las amenazas: una mayor presión obliga al corazón a hacer más esfuerzo, lo que puede provocar una insuficiencia cardiaca. Además, actúa contra la pared de los vasos sanguíneos, el endotelio, y esto favorece que se formen y depositen placas de grasas, colesterol, calcio y otras sustancias que los van estrechando –lo que se conoce como ateroesclerosis–. Al mismo tiempo, propicia la aparición de coágulos que pueden dar lugar a trombos.
El resultado es que se van dañando órganos como el corazón, el cerebro y los riñones, y que aumenta progresivamente el riesgo de infartos, ictus, demencias e insuficiencia renal, entre otros peligros. La hipertensión provoca cerca de diez millones de muertes al año en todo el mundo.
Uno de los problemas de la pruebas que se practican en las consultas es que más de un 10 % de los casos se corresponden con la mencionada hipertensión de bata blanca: personas a las que le sube la presión arterial por el mero hecho de examinarse. Por eso, y para que los resultados sean más fiables, deben confirmarse mediante mediciones que el paciente se hace a sí mismo en casa, “en días diferentes, durante una semana y a distintas horas”, explica Vignoli.
Monitorización durante 24 horas
La prueba MAPA (Monitorización Ambulatoria de la Presión Arterial) ofrece asimismo una mayor precisión. Se coloca al paciente un aparato llamado holter que tiene que llevar puesto durante 24 horas. El dispositivo se activa cada quince minutos para tomarle automáticamente la tensión. “Ahora mismo, podría contar con él el 50 % de la población, pero con mucha variación entre regiones. En Andalucía, por ejemplo, esta cifra se reduce a poco más del 20 %”, comenta el médico Enrique Martín, que forma parte de la junta directiva de la Sociedad Española de Hipertensión.
El uso de estos ingenios ha permitido observar en los últimos años un fenómeno contrario al de la bata blanca. Se trata de la hipertensión enmascarada, aquella que no aparece en la consulta, aunque sí en el día a día. “Es más frecuente de lo que imaginábamos y, posiblemente, más grave”, asegura Martín. Como se suele detectar tarde, ya lleva mucho tiempo ocasionando daños. En total, si tenemos en cuenta la definición actual de esta dolencia, hay diagnosticados en España unos diez millones de hipertensos. Y se estima que hay otros cuatro millones que lo son y no lo saben. Además, de los que reciben tratamiento, “menos de la mitad tienen la tensión bien controlada”, dice Martín.
Fuente: muyinteresante.es