Ante la actual crisis sanitaria provocada por el Covid-19, la telemedicina se vuelve una gran estrategia de atención médica en el mundo.
Por Dr. Carlos Manuel Paredes Popoca*
En la actualidad, la enfermedad por COVID-19 es sin duda el más grande desafío que enfrenta la humanidad. Si bien los cálculos indican que hasta un 70% de la población mundial será infectada con este virus, las medidas de distanciamiento social estrictas permanecen como la única opción para evitar la saturación y el colapso de los servicios médicos alrededor del mundo. La distancia es el recurso que, hasta hoy, nos garantiza poder derrotar a esta pandemia.
En estos momentos, los centros de salud, clínicas y hospitales destinan la totalidad de sus recursos, tanto humanos como materiales, para la atención de pacientes infectados con Covid-19. Sin embargo, el resto de las enfermedades no se detienen y los pacientes con diabetes, hipertensión, enfermedades infectocontagiosas, mujeres embarazadas, etcétera, demandan igualmente atención de los especialistas en salud. Esto significa que todos estos pacientes requieren una atención médica que pueda resolver su problema sin el riesgo de exponerlos a un potencial contagio.
Es aquí donde incide la telemedicina. Por definición, esta práctica se caracteriza por la atención médica de forma remota y en la actualidad es la opción más segura de acercarnos a un profesional de la salud.
Hablando un poco de su historia, el término telemedicina fue introducido por primera vez en 1970. Sin embargo, esta práctica tuvo sus inicios a partir de la invención del telégrafo, cuando mediante su uso los pacientes describían sus síntomas con el fin de buscar algún consejo médico. En la actualidad, especialidades como la dermatología, radiología y patología se auxilian de herramientas digitales a distancia para poder integrar diagnósticos médicos sin la necesidad de estar físicamente con el paciente.
Desafortunadamente, la telemedicina se ha encontrado con sus principales detractores dentro del mismo gremio. Los médicos clásicos o más conservadores sostienen que la telemedicina es una práctica con muchas limitaciones y su ejercicio carece, en la mayoría de los casos, de evidencia sólida que sostenga su validez.
Esta opinión se basa en que la medicina, al ser la más humana de las ciencias,debe incluir el contacto directo con el paciente. Y esto es una verdad innegable. ¿Cómo podríamos identificar un problema que requiere cirugía en el abdomen sin, siquiera, tocarlo?, ¿cómo saber cuando un hueso está fracturado sin valorar su funcionalidad?, ¿cómo podemos transmitirle al paciente la sensación de seguridad sin poder estrechar su mano? La respuesta no es sencilla y se basa en el hecho de que la telemedicina depende de la habilidad del clínico para guiar al paciente de tal forma que juntos lleguen a un diagnóstico.
El coronavirus cambia la ecuación
No obstante, ante la actual crisis sanitaria, la telemedicina se vuelve una gran estrategia de atención médica. Y esto es porque, entre más consultas puedan ser resueltas desde casa, habrá una menor saturación de los servicios hospitalarios y, por lo tanto, una reducción en la propagación del virus.
Dentro de consultas más frecuentes se encuentran personas mayores con problemas de movilidad, personas con enfermedades crónicas que requieren un seguimiento puntual, niños que presentan cuadros infecciosos, mujeres embarazadas con citas de control prenatal, entre muchos otros.
Todos ellos pertenecen a los grupos de riesgo para presentar complicaciones si se contagian con el virus causante de la COVID-19. Con el uso de la telemedicina podrán estar seguros atendidos desde casa y con la certeza de que hay un experto al otro lado de la cámara que está disponible, lo escucha en el momento que lo requiere y le da confianza con un seguimiento atento a su estado de salud.
Además, la telemedicina en tiempos del coronavirus juega un papel sumamente importante, el triage; esto es, que aquellos pacientes que presenten síntomas sugestivos de la enfermedad, podrán ser valorados y clasificados mediante escalas médicas con el fin de orientar a aquellos que deban acudir a un hospital de forma urgente y así tener un mejor control y manejo para evitar que la infección se propague.
Por lo anterior, gobiernos como el de Donald Trump han relajado las regulaciones que limitaban la práctica de la telemedicina, permitiendo y alentando su uso, lo cual se ha visto reflejado en el aumento de consultas por videollamada en diversos centros médicos a lo largo de todo E.E.U.U. Por otra parte, en Reino Unido, los médicos familiares se han volcado hacia la telemedicina, herramienta que tenían disponible desde hace algunos años pero que, a partir de la pandemia, se ha vuelto vital para garantizar la atención médica a su población.
Una herramienta para el futuro
En definitiva, la telemedicina es una herramienta fundamental en esta época de distanciamiento. Si bien, diversos padecimientos siempre requerirán una valoración presencial, después de la pandemia muchos médicos optarán por la medicina a distancia para realizar seguimiento de pacientes, consultas rápidas, interpretación de resultados, etcétera.
Con el tiempo y a medida que la tecnología avance y nos ofrezca más instrumentos para trabajar con esta modalidad, se deberán crear en paralelo cursos de especialización enfocados en perfeccionar esta práctica así como protocolos de atención estandarizados que garanticen que cualquier persona en el mundo tenga acceso a estos servicios. Si una persona necesita un médico, podrá hacerlo con confianza y seguridad sin salir de casa.
*Dr. Carlos Manuel Paredes Popoca es médico en Doc.com
Fuente: forbescentroamerica.com