A todos los e-ventos a los que asiste, al exministro Augusto Galán, director del observatorio Así Vamos en Salud, le preguntan cómo está el país en esa materia. Ante esa insistente cuestión, Galán sintió la necesidad de crear un índice para comprender mejor la situación del sector y tener una radiografía que muestre dónde están las dificultades. Se trataba de aplicar algo parecido al índice de Gini que mide la concentración de la riqueza, o el PIB que tiene que ver con la producción económica. Pues bien, tras un año de trabajo con un equipo interdisciplinario de expertos, el país cuenta por primera vez con un índice de salud, que resultó de 62 sobre 100. “No nos rajamos, pero hay mucho por hacer”, cuenta.
Para llegar a esa cifra los investigadores normalizaron 72 indicadores repartidos en cuatro ejes: la situación en salud, que busca conocer objetivamente qué tan enfermos están los colombianos; la percepción ciudadana sobre el sector y sus servicios; el desarrollo institucional, relacionado con la disponibilidad y oportunidad de la atención en salud; y el financiamiento, en el cual se consideraron tanto la dimensión macro como la micro. “Cada eje tuvo un peso igual en la cifra final”, señala Daniel Castellanos, de Cifras y Conceptos, entidad que participó en este esfuerzo.
Detrás del número hay información heterogénea. Se observan resultados positivos como el estado de salud de la población, que salió en 79 sobre 100, lo que significa que los colombianos están relativamente sanos. El índice de percepción ciudadana del sector salió en 69. Fue revelador que 85 por ciento de los usuarios se sienten satisfechos con su EPS y no la cambiarían, pero los problemas de acceso a la consulta general y especializada terminan haciendo mella en ese eje. Con esto, para el ministro del ramo, Alejandro Gaviria, el índice muestra que en Colombia no se puede hablar de crisis de salud pública. “En el peor de los casos son datos comparables con países que tienen el mismo desarrollo que nosotros”.
El único rajado de los cuatro fue el estado financiero, con 37. “Paradójicamente es al que más tiempo se le dedica”, dice Gaviria. Cabe aclarar que la dimensión macro de este eje, que mide variables como la participación de salud en el producto interno bruto, el gasto público en relación con el gasto total, el gasto de bolsillo, entre otros, tuvo un buen resultado, con 74 sobre 100. Los problemas se vieron en la dimensión micro, que mide la siniestralidad del sector, la relación de cuentas por pagar y cuentas por cobrar, la relación entre el patrimonio de las EPS con sus balances, que dio 0 sobre 100. “Eso nos dice muchas cosas –dice Galán–. Es muy posible que los recursos se estén gastando ineficientemente, o que estemos más enfocados en las patologías de alto costo, o en la hospitalización, o puede ser corrupción. Es algo que debemos estudiar”.
Este ejercicio también reveló temas preocupantes como la diferencia entre lo rural y urbano en términos de saneamiento ambiental, que muestra que no todos los retos dependen del sector; la tasa aún elevada de homicidios y la incidencia de sífilis congénita. “Es inadmisible, porque es prevenible, y si las instituciones atienden 99 por ciento de los partos, la pregunta es cuál es la calidad de esa atención”, señala. También salió a la luz el promedio de lactancia, de apenas 1,8 meses cuando el tiempo recomendado es seis; el aumento de obesidad y el sobrepeso, más en mujeres que en hombres, y el hecho de que muchos pacientes hipertensos no están bajo control médico. En el eje institucional, cuyo índice fue de 63, el reto es mejorar la tasa de vacunación de niños entre 13 y 24 meses.
La idea es actualizar cada año este índice, perfeccionarlo y trabajar en las variables problemáticas. Porque no todo es malo. “El índice reafirma que no tenemos el mejor sector pero tampoco el peor”, concluye Galán.
Fuente: www.semana.com