El tabaco se ha convertido en una de las grandes preocupaciones en materia de salud pública del siglo XXI. Según cifras de la Organización Mundial de la Salud, al año mata casi 6 millones de personas, de las cuales, más de 5 millones son consumidores directos y más de 600.000 son no fumadores expuestos al humo ajeno.
Sobre esta cifra, se sabe que casi el 80 por ciento de los más de mil millones de fumadores que hay en el mundo viven en países de ingresos bajos o medios, donde es mayor la carga de morbilidad y mortalidad asociada al tabaco.
Sumado a ello, la OMS indica que en algunos países los niños de los hogares pobres trabajan con frecuencia en el cultivo de tabaco para aumentar los ingresos familiares y son especialmente vulnerables a la enfermedad del tabaco verde, producido por la nicotina que absorbe la piel cuando se manipulan hojas de tabaco húmedas. Sin embargo, no son los únicos perjudicados, pues los niños que viven en familias de padres fumadores también están expuestos a los efectos del cigarrillo.
Graves efectos nocivos para los más chicos
En el humo de tabaco hay unos 7.000 productos químicos conocidos, de los cuales se sabe que, como mínimo, 250 son nocivos (gases volátiles), y 120 son cancerígenos para el ser humano. Además, el humo de tabaco en espacios cerrados es inhalado por todos; por lo tanto, fumadores como no fumadores quedan expuestos a sus efectos nocivos y esto incluye a los niños.
Por otro lado, según la OMS, unos 700 millones de niños, o sea, casi la mitad de los niños del mundo, respiran aire contaminado por humo de tabaco y más de un 40 por ciento de los niños tienen al menos un progenitor fumador. Preocupa que la última cifra que se tiene es del año 2004, donde los niños fueron víctimas del 31 por ciento de las 600.000 muertes prematuras atribuibles al humo ajeno.
Algunas de las consecuencias
¿Las leyes antitabaco protegen a los menores?
Respecto al tema, Diana Rivera, asesora en salud pública y control de tabaco de Educar Consumidores, asegura que “todas las personas deberían poder respirar aire sin humo. Sin embargo, muchas de las normas que se han creado han sido evadidas por los establecimientos con medidas como la implementación de techos corredizos para instalar espacios de fumadores, que de igual manera no impiden la entrada del humo a los espacios de no fumadores”. Esto, a pesar de que la OMS señala que más de 1.300 millones de personas, o el 18 por ciento de la población mundial, está protegida por leyes nacionales integrales sobre espacios sin humo.
También en el artículo 8 del Convenio Marco de la OMS para el Control del Tabaco se reconoce que la exposición al humo de tabaco es causa de mortalidad, morbilidad y discapacidad, y se pide a los países que adopten y apliquen medidas legislativas que protejan del humo de tabaco de segunda mano.
Por otra parte, en Colombia el consumo, la comercialización y publicidad del cigarrillo tradicional fueron regulados mediante la Ley 1335 del 2009. La norma prohibe fumar en espacios públicos cerrados y en sitios de trabajo, la venta menudeada en tiendas y puestos callejeros y todo tipo de publicidad, patrocinio y promoción de las tabacaleras y sus fundaciones sociales. La norma, además, exige que las cajetillas exhiban advertencias sanitarias explícitas sobre los daños que el tabaquismo causa a la salud, esto con el fin de no atraer a los menores con la publicidad, “… medida que también ha sido evadida por medio del cambio en la presentación de las advertencias en modelos incluso más llamativos”.
El humo de tercera mano
Existen tres tipos de humo: el primero es el que consume directamente quien fuma; el segundo, el que inhala la persona que se encuentra alrededor; y el tercero –el que más afecta a la población infantil– es el humo de tercera mano. “Este tipo de humo, que la mayoría de padres desconoce, queda impregnado en ropa, alfombras, paredes y en el ambiente en general y que demora hasta seis meses en desaparecer de las superficies”, agrega la experta de Educar Consumidores.
La solución está en adquirir hábitos saludables
Sí, los niños son una población afectada directamente por los efectos del consumo del tabaco de sus padres y de la falta del cumplimiento de las leyes que los protegen por parte de establecimientos públicos. Sin embargo, gran parte de la tarea y ejemplo debe provenir de casa, donde los padres deben ser quienes inculquen a sus hijos los buenos hábitos y la alimentación saludable. Por ello, es importante que si se tiene este hábito se busque, de la mano del profesional de la salud, la mejor forma de abandonarlo y de empezar a pensar en que no hay soluciones alternas, como salir al balcón o a lugares aireados para “supuestamente” no echarle el humo al niño.
“Esto de igual manera afecta a los pequeños, pues al querer darle un abrazo a sus padres, o simplemente entrar en contacto con alguna de las superficies que quedaron impregnadas por el humo del cigarrillo, que además están untadas de partículas del tabaco, pueden causarle al niño, a nivel general, problemas respiratorios, de crecimiento y de concentración, entre muchos otros que afectan directamente su crecimiento y desarrollo”, afirma Diana Rivera.
MARÍA DEL MAR QUINTANA C.
Redactora ‘ABC del Bebé’
Fuente: www.eltiempo.com